Uno de los aspectos más interesantes del fenómeno de la migración es su especificidad en cada país, según su propia historia de migración, sus políticas y las relaciones diplomáticas con uno u otro país, entre otras cosas.
Para entender si el país de origen de una persona migrante genera discriminación en las personas encuestadas, hicimos un experimento en el cual preguntamos qué tanto le gustaría que una persona hipotética fuera su vecino. Analizando las respuestas de todas las personas encuestadas, hay dos países de origen de la persona hipotética que son significativamente diferentes de los otros: Uruguay, el país de origen del que más personas en América Latina aceptarían como vecinos con gusto, y Venezuela, el país del que menos aceptarían.
Sin embargo, las preferencias no son absolutas, sino que varían según el país de residencia de la persona encuestada. A continuación veremos cuáles son los vecinos hipotéticos que más prefieren y que menos prefieren en cada país.
Si bien no se indagó exhaustivamente por todas las nacionalidades latinoamericanas la selección de países permite identificar tendencias en la cercanía social entre una nacionalidad y otra.
Un resultado inesperado se encuentra en el caso del “vecino venezolano”: aunque los venezolanos son los menos deseados como vecinos en siete (7) países, son los más bienvenidos en Nicaragua y República Dominicana. Si bien la migración venezolana en la última década ha superado en número las migraciones intrarregionales previas y explica en cierta medida la estigmatización actual de las personas venezolanas en algunos países, resulta esperanzador el hecho de que en dos países los venezolanos sean, de hecho, los vecinos hipotéticos preferidos.
Así mismo, estos resultados evidencian que la preferencia o rechazo por alguna nacionalidad no necesariamente está relacionada con el nivel de desarrollo del país de origen, pues como se puede observar, los Estadounidenses fueron los menos bienvenidos en tres países, mientras que los españoles no fueron los menos preferidos en ningún caso. Esto sugiere que la cercanía social y los afectos se construyen caso por caso entre los distintos países, y que ahora es el mejor momento para empezar a reconstruir la historia de integración exitosa y reconocimiento de los derechos de las personas migrantes.