Por: Mónica Roa López
Directora Ejecutiva de Puentes, la casa madre del Inspiratorio.
Aunque la misión de Puentes es fortalecer el poder narrativo de los movimientos sociales en América Latina, la campaña presidencial en Estados Unidos se ha convertido en una interesante vitrina que nos permite observar en tiempo real cómo se aplica el trabajo narrativo a un escenario concreto y desafiante, revelando el potencial de nuestros tres pilares estratégicos: inspirar esperanza, generar conexión y fomentar la creatividad. Este proceso no solo nos brinda lecciones valiosas, sino que también subraya la importancia de mantener una infraestructura narrativa global, capaz de interlocutar a través de las fronteras y de aprovechar las experiencias de otros para adaptar lo que resuene en nuestros contextos locales. Sin pretender ser experta en política estadounidense y reconociendo mis limitaciones como observadora externa interesada en la práctica narrativa, me interesa participar en un diálogo constructivo y estimular la innovación a partir de estas reflexiones que les comparto a continuación:
Inspirar con esperanza es nuestra estrategia número uno. La esperanza nos recuerda constantemente, tanto a nosotras mismas como a nuestras comunidades, que el cambio social es posible si trabajamos para lograrlo. Esto implica tener presente que el futuro aún no está escrito, que no estamos condenados, que tenemos agencia y que, a pesar de enfrentar serias crisis democráticas, climáticas, sociales y humanitarias, tenemos la capacidad de evitar que el miedo y el cinismo nos paralicen, reconectar con nuestro propósito y movilizarnos para construir otros futuros posibles.
Hace un par de semanas, parecía que un segundo mandato de Trump era inevitable. Sin embargo, la incorporación de Kamala Harris y Tim Walz a la campaña trajo un cambio en la estrategia que ha activado la esperanza, ampliando la imaginación de la ciudadanía estadounidense para que conciban un futuro diferente y no se den por vencidos antes de tiempo.
Este es precisamente el objetivo que Harris y Walz buscaron lograr al introducir, con su llegada, dos ideas que sus seguidores ahora gritan con entusiasmo: "When we fight, we win" ("Cuando luchamos, ganamos") y "We are not going back" ("No vamos a retroceder"). Estas consignas no solo reflejan un cambio en la narrativa de la campaña, sino que también invitan a la acción y a la movilización, recordando a los votantes que son ellos los héroes y heroínas de esta historia y que su participación es crucial para construir el futuro que desean.
En momentos de incertidumbre y desafíos, la esperanza se convierte en un poderoso motor de cambio. Al inspirar a las personas a creer en su propia capacidad para marcar la diferencia y al proporcionarles un sentido de propósito compartido, la esperanza puede transformar la apatía en acción y el miedo en determinación.
La narrativa de la esperanza se activa contando múltiples historias a través de diferentes voces y formatos, que conecten con los valores de las personas a quienes buscamos interpelar e ilustren ese futuro posible que queremos que nos ayuden a construir. Adicionalmente, en la mayoría de los casos, hay elementos de ese futuro que ya es posible vislumbrar, lo que nos permite creer que son efectivamente viables. En otras palabras, se trata de lograr que la gente imagine cómo sería el mundo si todas nuestras causas ganasen y decida canalizar su energía hacia ese camino para hacerlo realidad paso a paso. Y con esto no solo me refiero a victorias legales y políticas, sino a cómo nos gustaría habitar el mundo y qué tipos de relaciones nos gustaría tener.
Por ejemplo, creo que la narrativa de estas elecciones no solo tiene que ver con concebir la posibilidad -¡que ahora se percibe tan real!- de que una mujer negra llegue a la Presidencia de los Estados Unidos, sino con un cambio narrativo radical que, si bien viene de la mano, era más inesperado: el lugar de los hombres blancos y la manera en que se entiende la masculinidad en las sociedades contemporáneas.
Durante la llamada de Zoom "White Dudes for Harris" (“Tipos blancos por Harris”), se contaron historias que hablan de hombres blancos que reconocen el liderazgo de las mujeres negras, que defienden con sensibilidad los derechos reproductivos, que admiten en público que lloraron por sus hijos cuando Trump fue elegido la primera vez, que saben que históricamente las reuniones de hombres blancos se asociaban con icónicas capuchas puntiagudas y que es urgente reapropiarse del relato sobre su identidad para cambiar las historias que se cuentan sobre ellos. A estas historias, se suman las que toman protagonismo sobre Tim Walz -la fórmula a vicepresidente que es un hombre que se siente a gusto estando bajo las órdenes de una mujer poderosa y que utiliza su voz y su poder para defender los derechos reproductivos y apoyar a la comunidad LGBT, mientras que habla de su pasado militar y se dedica a la caza, la pesca y la mecánica automotriz- y la de Douglas Emhoff -el esposo de Kamala que no tuvo problema en renunciar a su carrera profesional para asumir el rol protocolario, social y en ocasiones trivial, designado históricamente a las parejas de los líderes electos-.
Al lograr inspirar a sus propias bases con estas dosis de esperanza, los demócratas activaron a sus simpatizantes. Aquellos mismos que estaban a punto de tirar la toalla semanas atrás, de repente se apropiaron de la narrativa y se pusieron en la tarea de encontrar su manera de contribuir activamente en la campaña. Parafraseando a la estratega Anat Shenker-Osorio, pasaron de sentirse extras de la película Los Miserables, a saberse protagonistas del musical Mamma Mía. Es así como los seguidores del partido demócrata redescubrieron y se entregaron al goce de la participación política. La convención demócrata fue un auténtico festín de goce y esperanza, en el que las constantes referencias al “joy” se convirtieron en el hilo conductor que alimentó cada discurso, actuación y momento memorable. Bill Clinton llamó a Kamala Harris the president of joy, Oprah Winfrey invitó a elegir la verdad, el honor y el goce, y Michelle Obama declaró que la esperanza está de vuelta.
Con este cambio de perspectiva, los demócratas lograron poner a cantar a su coro, uno cada vez más grande y con una energía contagiosa que ha puesto a la sociedad a bailar a su ritmo. Estas renovadas ansias de esperanza han dado lugar a un nuevo fenómeno: el hopescrolling, es decir, el consumo compulsivo, adictivo e incansable de contenidos digitales esperanzadores. Los seguidores de la campaña demócrata se han convertido en ávidos buscadores de historias esperanzadoras que alimenten su espíritu y que puedan compartir con sus propias redes. Este comportamiento tiene un impacto significativo en la movilización ciudadana. En este sentido, la esperanza no solo sirve como un catalizador para la acción individual, sino que también tiene el poder de crear un efecto dominó de participación y movilización. Cuando las personas ven a otros a su alrededor comprometidos y entusiasmados con una causa, es más probable que se sientan motivados a unirse y a hacer parte.
Es fundamental aclarar que esta, es una esperanza crítica, no ingenua, ni complaciente. La esperanza crítica no ignora las dificultades; no se basa en una fe ciega, en un futuro utópico. Por el contrario, parte del reconocimiento de los serios desafíos y las profundas injusticias que enfrentamos, pero lo hace enfocándose en lo que es posible, asumiendo el compromiso sostenido hacia el futuro, de tomar acción progresivamente, para acercarnos a ese mundo deseado, incluso en los momentos más oscuros. En el contexto que estamos analizando, somos conscientes de las grandes carencias de la campaña de Harris/Walz, como por ejemplo, su insatisfactoria respuesta al genocidio en Palestina y la falta de una política humana en la frontera sur del país, entre muchas otras. Sin embargo, quienes asumen la esperanza crítica entienden que, al votar por ellos, los eligen para interpelarlos y exigirles que cambien sus políticas dentro de un marco democrático, no como amigos incondicionales a los que les regalan un cheque en blanco.
Inspirar esperanza a los tuyos no es suficiente, también es clave generar una conexión más allá de nuestras burbujas; atraer a audiencias con mentalidades flexibles y neutralizar el impacto de las narrativas antagonistas. Para lograrlo, aunque compartamos el objetivo final, debemos dividir los roles y diversificar las tácticas.La estrategia para atraer audiencias flexibles ha apostado por una narrativa esperanzadora y por enfoques incluyentes que no deja de presentar contradicciones, como lo refleja un análisis humorístico del Daily Show. Tim Walz utiliza su experiencia creciendo en un entorno rural para enfatizar la importancia de cuidar a los vecinos, incluso si no comparten nuestras creencias o valores. Oprah Winfrey refuerza este mensaje, subrayando que, en momentos de crisis, no preguntamos sobre la raza, religión o afiliación política de quienes necesitan ayuda, sino que actuamos para salvarlos. Por su parte, Michelle Obama hace un llamado a defender la decencia y el respeto básico, sin importar si la gente se identifica como demócrata, republicana, independiente o ninguna de las anteriores.
Barack Obama realiza dos ejercicios complejos en su discurso, dirigidos a construir puentes con audiencias más flexibles.
Por un lado, busca armonizar preocupaciones aparentemente opuestas para ganar flexibles sin perder simpatizantes. Por ejemplo, subraya la educación como un pilar fundamental para fortalecer la economía, defiende la igualdad salarial entre mujeres y hombres como un beneficio para todas las familias, reconoce la necesidad de asegurar las fronteras pero rechaza la separación de niños de sus padres, y sostiene que es posible mantener las calles seguras mientras se construye confianza entre la policía y los ciudadanos.
Por otro lado, invita a los simpatizantes más progresistas a reflexionar sobre la importancia de no destruir los puentes que se están construyendo con quienes tienen posturas más flexibles. En lugar de cerrarse en el dogma, les insta a mantener abiertas las líneas de diálogo, reconociendo que la verdadera transformación requiere paciencia y la capacidad de incluir a otros en la conversación, incluso cuando no estén completamente de acuerdo. Aunque reconoce las frustraciones de su base progresista, aboga por un enfoque más conciliador, capaz de atraer a la "gente común" sin recurrir a tácticas de regaño o vergüenza, que resultan ineficaces y solo alimentan la división que beneficia a los autoritarios.
Finalmente, Kamala Harris busca crear empatía con la clase trabajadora al compartir su historia personal como hija de inmigrantes, criada en un barrio de obreros, bomberos y enfermeras, que en su juventud trabajó en un McDonald's. Subraya que, como abogada, su único cliente ha sido siempre el pueblo (“the people”), destacando su compromiso con quienes forman la columna vertebral del país. Harris se presenta no solo como una líder, sino como alguien que ha vivido y comprende profundamente las luchas y aspiraciones de la gente.
La práctica narrativa nos dice que la mejor manera de conectar con nuevas audiencias es a través de sus valores. Esto explica por qué una de las principales apuestas narrativas tiene que ver con disputar el sentido del valor más importante para la sociedad estadounidense: freedom (“libertad”); tradicionalmente un bastión retórico de los republicanos. Múltiples historias y declaraciones contundentes de líderes como Tim Walz, Barack Obama y Kamala Harris, están presentando una visión más amplia y progresista de lo que implica la verdadera libertad en la sociedad estadounidense actual.
En primer lugar, están desafiando la narrativa republicana de que la "libertad" se reduce a limitar la intervención gubernamental y dejar rienda suelta a las corporaciones. En cambio, plantean que la auténtica libertad debe incluir la capacidad de tomar decisiones fundamentales sobre la propia vida sin injerencias indebidas, ya sea en cuestiones de salud, familia, orientación sexual, identidad de género o creencias religiosas. La libertad, desde la óptica demócrata, no es simplemente una ausencia de restricciones, sino un empoderamiento activo de las personas para forjar su propio destino.
En segundo lugar, los demócratas están ampliando el concepto de libertad para abarcar aspectos como la seguridad pública, la protección ambiental y el derecho al voto. Presentan la libertad no solo como una cuestión de derechos individuales, sino también como una condición colectiva que requiere de ciertas garantías sociales. La "libertad para vivir sin temor a la violencia armada", la "libertad de respirar aire limpio" o la "libertad de votar" son planteadas como requisitos fundamentales para el ejercicio pleno de las libertades individuales.
En un contexto electoral profundamente polarizado, los esfuerzos por construir un "nosotros más amplio" que conecte con audiencias flexibles deben competir por la atención ciudadana con las narrativas de miedo y división, las cuales son instrumentalizadas por los republicanos en Estados Unidos y por los autoritarios en todo el mundo. Por lo tanto, la estrategia narrativa también busca neutralizar antagonistas.
Idealmente, deberíamos ser duros con los problemas y suaves con las personas, reconociendo que las sociedades humanas necesitan aprender a convivir con la diferencia y el desacuerdo. Sin embargo, en tiempos electorales, parece inevitable la confrontación de "nosotros contra ellos," lo cual tiene el riesgo de derivar en la deshumanización del otro bando, viéndolos más como enemigos a derrotar que como conciudadanos con perspectivas distintas. Para navegar esta polaridad, resulta útil recordar la metáfora de la banda de jazz:
Trabajar como una banda de jazz exige que el activismo domine el arte de complementarse mutuamente, reconociendo las fortalezas y debilidades de cada quien, y coordinándose con fluidez. Reconocer cuándo dar un paso al frente o cuándo ceder el espacio a los demás es vital para crear un efecto armonioso, adaptado a las exigencias de cada circunstancia. - Leer artículo completo
En este sentido, para evitar que la polarización se calcifique de forma peligrosa, es fundamental que quienes denuncian los riesgos de los autoritarios en el contexto electoral sepan cuándo dar un paso atrás y ceder el liderazgo a aquellos que trabajan por expandir el "nosotros más grande" y promover el entendimiento mutuo entre sectores opuestos de la sociedad. Estos últimos deben asumir un rol protagónico para calmar las aguas, humanizar a "los otros" y recordarnos los valores e identidades compartidas que nos unen más allá de nuestras diferencias políticas. Solo a través de este manejo dinámico de los roles y los tiempos, de unas voces que denuncian y otras que concilian, podremos desactivar los ciclos viciosos de polarización y abrir caminos hacia la empatía, la dignidad y la convivencia pacífica en medio de la diversidad. Es un delicado equilibrio que, como en una banda de jazz, solo se dominará con práctica y sensibilidad.
Desde el minuto uno, la campaña de Kamala Harris y Tim Walz ha logrado un impacto transformador gracias al protagonismo de contenidos culturales como los emojis de cocos y palmeras, los fondos verdes “brat”, los stickers de cat-ladies de las swifties, los videos de Kamala riéndose, y la canción Freedom de Beyoncé, entre muchos otros, llegaron a refrescar el ambiente electoral. Entendiendo que "algunas personas viven en la política una parte del tiempo, pero todas las personas viven en la cultura todo el tiempo", la estrategia narrativa ha apostado por lograr que los simpatizantes inunden el ecosistema digital con piezas culturales que trascienden el discurso político convencional.
La producción de estos contenidos, fáciles de crear, compartir y viralizar en redes sociales, ha cumplido un doble propósito. Por un lado, ha ofrecido a los seguidores emocionados y comprometidos una forma útil de contribuir a la campaña, canalizando su entusiasmo en la generación y difusión de estos materiales. Por otro lado, ha satisfecho la creciente demanda de contenidos para el "hopescrolling", ese consumo compulsivo de publicaciones que brindan esperanza y liviandad en medio del agotamiento político.
Pero esta estrategia no sería posible sin un equipo que entiende que este mundo funciona a un ritmo vertiginoso, y que está abierto a la experimentación constante. Aceptan que habrá fallas de las que podrán aprender sobre el camino, pero siguen intentándolo frenéticamente, buscando comunicar ideas complejas de formas simples e inesperadas pero efectivas para conectar con las audiencias. Recomiendo el boletín de la Lupa Digital que escribió Cristina Vélez con un fantástico análisis sobre los memes y el poder de Kamala Harris.
La estrategia no radica en buscar en el vasto océano del entretenimiento digital “el contenido perfecto” para que se vuelva viral de forma aislada. Más bien, apunta a posicionar una narrativa coherente a través de una multiplicidad de historias, formatos y voces mensajeras que compartan y proyecten la misma visión de mundo que se desea comunicar. No se trata de crear un único hit cultural, sino de inundar el ecosistema con una diversidad de contenidos que, en su conjunto, encapsulen y diseminen un mensaje consistente. Cada pieza cultural representa una oportunidad para encarnar los valores e ideas desde un ángulo distinto, con el potencial de conectar con determinado segmento de la población, pero siempre fiel a la narrativa central.
Se trata en últimas de una apuesta audaz por influir en el terreno cultural, reconociendo que la política por sí sola es insuficiente para moldear las narrativas que determinan las creencias y emociones de la sociedad. Al entregar memes, videos, música y otros productos culturales cargados de sus mensajes, buscan permear las conversaciones cotidianas e instalarse en el imaginario colectivo de una manera más orgánica y perdurable que la comunicación política tradicional.
Muchos de los conceptos aquí analizados, están presentes en el trabajo diario de Puentes. Verlos aplicados y “en acción” en el contexto de la campaña de Kamala Harris en Estados Unidos, nos permite reafirmar que el poder narrativo es una herramienta fundamental para el cambio social que tenemos que seguir explorando y potenciando. Inspirando esperanza, generando conexiones y fomentando la creatividad, es posible activar simpatizantes y atraer nuevas audiencias a través de una narrativa inclusiva y emocionalmente resonante. Si bien el resultado de las elecciones sigue siendo incierto, este enfoque no solo ha logrado renovar la participación política, sino que también ha inundado el ecosistema cultural con contenidos que refuerzan una visión del futuro deseado, mostrando que, en un mundo donde la política y la cultura están intrínsecamente ligadas, trabajar sobre ambas es clave para conseguir nuestros objetivos. Algunas de estas ideas -a veces contraintuitivas-, tienen el potencial de ser extrapoladas para renovar y refrescar los esfuerzos de quienes buscan desafiar a los autoritarios en diferentes partes del mundo, haciendo explícita la importancia de una estrategia narrativa que no solo confronta, sino que también construye un “nosotros” más amplio y esperanzador.